En los capítulos siguientes vamos a profundizar en el apasionante y, a veces, oscuro mundo de la magia. Comprobaremos sus múltiples usos y prácticas en las diferentes culturas, adentrándonos en un camino comprometido y riguroso que nos llevará a poder manejar las energías. A partir de este momento, dejaremos a un lado el puro componente teórico, para pasar de lleno a la práctica, eso sí, teniendo en consideración una serie de factores que serán básicos para trabajar con los diferentes instrumentos de poder, ya que, como podremos comprobar, la magia efectiva no pasa por contemplar las fases de la luna, ni por encender la vela de un determinado color o usar incienso. Tampoco pasa por saber manejar correctamente minerales, especias, flores y perfumes o, en su versión más moderna, utilizar los electrodomésticos con el fin de acelerar los procesos ritualísticos. La verdadera magia, además de comportar un conocimiento exhaustivo de los instrumentos físicos que se utili-zan, debe estar acompañada por toda una serie de preparativos mentales, armónicos, ambientales y físicos. Si el mago u oficiante no posee un corazón puro, limpio de miedo, envidia, prepotencia, celos, avaricia, odio o rencor, todo trabajo de magia puede volverse en su contra. Uno de los puntos más importantes a la hora de poner en marcha un acto mágico es saber para qué lo hacemos, que pretendemos lograr y hasta dónde estamos dispuestos a llegar. Dentro de algunas disciplinas, especialmente en la chamánica, las tres cuestiones anteriores son, simple y llanamente, sagradas. De nada o muy poco le valdría a un aprendiz de chamán, si al ser preguntado por su maestro sobre el motivo de llevar adelante una acción, tuviera dudas sobre el sentido, motivaciones o razones para ponerla en práctica. Pero hay algo todavía más importante: si el maestro le preguntase «¿hasta dónde llegan tus fuerzas?», de nada valdría un «hasta que me canse», ni tampoco un «hasta que lo consiga».

Comprendiendo el sentido mágico de las cosas.

Magia es la capacidad que toda persona tiene para modificar algo.

Durante años hemos vivido al amparo del oscurantismo, de una realidad casi virtual que lo único que hacía era desvirtuar todo aquello que era más normal de lo que muchos podían imaginar:

Han tenido que pasar siglos para que pudiéramos entender que la magia, lejos de un poder sobrenatural, era algo humano, energético y, hasta cierto punto, fácil. Muchas personas que se acercan a los libros de magia, lo hacen bajo el engaño de pensar que con sólo poner en práctica una receta lograrán grandes beneficios. Debemos entender la magia como la capacidad de modificar, transmutar o alterar, básicamente, una situación. Si somos capaces de asumir este concepto y la responsabilidad que comporta, nos daremos cuenta de que cada vez que tenemos un pensamiento, hacemos magia.

Cada vez que una persona se acerca a nosotros en busca de un consejo y, tras una charla, broma o acción, logramos cambiar su estado anímico, podemos asegurar que un acto mágico se ha puesto en marcha. Muchas personas pueden pensar que en casos como los mencionados, la magia de siempre, la de toda la vida, queda muy lejos de la tradición, que la magia es algo menos funcional y coti-diano. Estamos de acuerdo sólo en parte; nuestra recomendación es que lean atentamente las líneas que siguen.


Magia mental.

Todo acto mágico debe estar acompañado de una idea o inquietud; de lo contrario, las acciones emprendidas no tendrían sentido.

Cuando alguien nos cuenta un problema, le escuchamos y le damos un consejo; estamos trabajando desde el amor y la intención de ayu-dar; por tanto, existe una disposición mental, una proyección de nuestra energía hacia esa persona. No efectuamos ritual, ni ceremonia alguna, es decir, no "teatralizamos" o "dramatizamos" ninguna situación, simplemente actuamos según nos dicta la conciencia.


Magia ritual

Supongamos un ejemplo dentro del patrón más clásico de la magia: una persona desea a otra y le gustaría mantener una relación con ella, pero padece una profunda timidez, por lo que decide intentar establecer dicha relación con un acto mágico. A partir del momento que determina poner en práctica un ceremonial, ritual o acción, dentro de los más puros cánones mágicos, se producirá una serie de movimientos energéticos, que vendrá apoyada por la magia mental. Pero con ello no bastará; el mago precisará escenificar, dotarse de una serie de elementos que le den el poder necesario. Los rituales son tan antiguos como el hombre. En el rito, el mago canaliza su intención hacia una serie de herramientas o utensilios mágicos que previamente ha consagrado y en los que ha perpetuado su poder.

Gracias a sus útiles y a las acciones que conformarán el resto del ritual, el oficiante de magia podrá proyectarse fuera de sí, romper las fronteras tangibles de lo físico y quizá, llegar a obtener lo ansiado.


La magia cómoda

Existe, es la del quejoso, pesimista e incrédulo. Este tipo de magia es la más práctica de todas, claro que también se convierte en la menos efectiva. Se trata de pedir mucho, con poca convicción y no hacer el más mínimo esfuerzo por llevarlo adelante. Es la que no posee persistencia, la que practican muchas personas sólo porque un mago, un amigo o un libro les ha invitado a convertirse en hechiceros por un rato. Tras pocos minutos de práctica, se quejarán de la no obtención de resultados.


Los tres principios básicos

La magia, sin entrar en su tipología ni método, posee tres principios ancestrales, que todo operador en el arte de la transmutación debería conocer y dominar: «Intención», «Proyección» y «Meta».

Se trata de los tres preceptos en los que basaremos toda acción mágica y que recomendamos que el lector siga al pie de la letra.


Intención

Será la fuerza motriz que provocará que nos pongamos en marcha para la obtención de un resultado. Debemos ser cautos; en magia no vale la generalización. Vamos a suponer que alguien tiene problemas en el trabajo y desea superarlos. No deberá desear y proyectar : «Quiero solventar mis problemas de trabajo»; hacer la petición así sería tanto como no decir nada. Para que la proyección sea correcta, debemos centrar el tema. Ya sabemos que tenemos contrariedades en el trabajo, pero ¿con quién? Puede que sea con los superiores, con los subordinados o con los compañeros. Supongamos que es con los compañeros; a partir de ahí, debemos preguntarnos «¿qué tipo de problema tengo?» Imaginemos que la auténtica contrariedad sea la falta de diálogo o de relación. Como resultado final vemos, que los problemas que tenemos en el terreno laboral vienen dados por una mala relación de comunicación con los compañeros, por tanto, el deseo a proyectar será: «Quiero mejorar la comunicación con mis compañeros de trabajo», en lugar de

«Quiero solucionar mis problemas de trabajo». Al principio nos puede parecer extraño tener que pormenorizar tanto un problema, pero lo cierto es que hacerlo nos ayudará a comprender la situación.


Proyección

La proyección es el arte por el cual el mago se pone en marcha hacia la consecución de su proyecto. Por supuesto, no hablamos de improvisar, sino de escoger muy bien todos los pasos que hay que dar dentro de esta nueva fase. Esta segunda parte vendrá determinada por estos puntos: confirmación del deseo o intención, tomando nota de él y sabiendo exactamente de qué manera se va a efectuar la solicitud. Elección de una fecha y hora de inicio teniendo en cuenta no sólo las fechas mágicas más adecuadas, sino también aquéllas en las que, de verdad, el oficiante estará en condiciones de ponerse manos a la obra. Preferencia por un sistema de trabajo. Partiendo de la base de que la magia es tan amplia como tipos de personas hay, el oficiante escogerá el ritual que más se acerque a su idiosincrasia.

Diseño del ritual en la mente antes de pasar a la escenificación. Es decir, crear las imágenes mentales que nos den la referencia correcta de lo que deseamos llevar adelante. Saber cuántas veces deberá repetirse el ritual o la práctica antes de darla por concluida.


Meta final

A priori, podemos pensar que la meta final es la obtención del deseo; sin embargo, el mago debe tener claro que el deseo puede que no se cumpla dentro del plazo previsto. Dentro de la tradición mágica, se considera como meta final la última acción que emprenderá el oficiante antes de abandonar de forma definitiva su magia.

Volvamos por un momento al ejemplo de la persona que tenía problemas laborales por la incomunicación. Supongamos que hemos puesto en marcha una serie de prácticas para cambiar dicha situación; pues bien, de igual forma debemos saber en qué momento y con qué última acción daremos por finalizada nuestra tentativa.

Son muchos los investigadores, no ya de disciplinas mágicas, sino también de las denominadas de crecimiento personal, que piensan que lo correcto es trabajar las pequeñas metas en lugar de fijar la mirada sólo en el gran objetivo. Si el resultado definitivo o gran meta no se logra, el mago no se queda con el mal sabor de boca del fracaso, sino con el paladar dulce de las pequeñas victorias.


La preparación mágica de un ritual

Un ritual no debe improvisarse, ya que requiere de una serie de pasos precisos que nos lleven, si no al éxito, sí al trabajo bien hecho.

A lo largo de los capítulos siguientes describimos una selección de prácticas interesantes y en cada una de ellas se incluyen los elementos necesarios para trabajar; pero, el trabajo, ritual o ceremonia, debe hacerse en un ambiente propicio, un aire que sea personal, íntimo y agradable para el mago, siendo de suma importancia la preparación.

Es preciso romper una lanza a favor de lo sencillo, por encima de lo oscuro y gótico que tantas veces viene asociado a las artes mágicas.

Preparar un ritual no es convertir la casa en la mansión de las brujas por un día. Es seguir las normas descritas en el apartado anterior y dotar a nuestros recintos de aquellos elementos con los que vibramos en sintonía. Es recomendable que preparemos un pequeño templo de trabajo de la siguiente forma: buscaremos una habitación tranquila, en la que podamos disponer de cierta intimidad y en la que sepamos que no entrará nadie que no sea de nuestra confianza. Procuraremos que la estancia tenga luz natural o al menos una ventana por la que podamos airearla, ya que en ella vamos a trabajar con aromas, esencias e inciensos. La estancia en la que deseemos trabajar mágicamente, deberá mantenerse en la más rigurosa limpieza. Tendremos dispuesto un mueble que nos servirá para guardar los elementos más cotidianos.

Añadiremos a la estancia una mesa que cumplirá a la perfección las funciones de altar: Reservaremos un espacio en ella para poder trabajar sentados o tumbados. En esa zona podemos colocar una esterilla, alfombra o diván sobre el que estar para realizar las relajaciones o visualizaciones pertinentes. Dotaremos a la habitación de la iluminación adecuada. Es fácil conseguir bombillas de colores que nos ayuden a crear ambientes especiales, predominando los de colores verdes, amarillos o morados en tonos pastel. No olvidaremos proporcionar al lugar «mágico» un poco de música, ya que puede ayudarnos en nuestro trabajo. Las indicaciones citadas son orientativas, ya que seguimos aconsejando al lector que personalice la construcción de su templo pero, de cualquier forma, deberá tener presente que si dispone de un lugar cómodo en el que trabajar; éste se podrá preparar mucho mejor:

Lo mejor para preparar un ritual es reflexionar sobre lo que vamos a hacer con la suficiente profundidad y anticipación. Estamos trabajando con energías tanto mentales como vibracionales, aromáticas y ener-géticas; por ello, la reflexión y meditación será de inestimable ayuda.

Cuando hayamos decidido emplear un material para una finalidad mágica, será conveniente esperar un par de días antes de ponernos manos a la obra. Destinaremos las jornadas a dar vida en nuestra mente a las acciones que nos proponemos llevar a la práctica. Transcurridos los dos días, la actitud debe ser de inmersión total en la ceremonia o ritual. Si deseamos iniciar un rito de seducción, debemos hacer un esfuerzo por empezar el día pensando en lo que efectuaremos en la noche. Así, nos levantaremos de la cama repitiéndonos men-talmente: «hoy crearé un ritual mágico de seducción». Esta frase la ine-mos repitiendo en cualquier momento de la jornada. A lo largo del día repetiremos frases que nos ayuden a creer aún más en nuestra persona, sentencias como "tengo la fuerza y el poder preciso para llevar a buen término el ritual" Finalmemte, cuando falten un par de horas para ejecutarlo, volveremos a concentrarnos, visualizando la acción. Si hemos seguido estas instrucciones seguro que al llegar el momento, la disposición mental será muy propicia para lograr el éxito.


La selección y consagración de los elementos.

Es evidente que para poder practicar los diferentes rituales que se exponen en este libro, debemos comprar un buen número de materiales. Nos harán falta inciensos, esencias para vaporizar, hierbas aromáticas y otros productos como recipientes, cartulinas, velas, telas, minerales, etc. No es nècesario adquirir todos los productos de una vez y proceder a consagrarlos al unísono, pero sí será recomendable que, al comprarlos, pasen por nuestras manos de una forma seleccionada y personalizada para que podamos consagrar-los. Para la selección de los productos, recomendamos huir de aquellos que no sean de primera calidad. Por ejemplo, una vela puede contener parafinas, resinas y cera. Debemos saber que cuanta más cera posea, más pura será. Otro tanto ocurre con las esencias que en ocasiones, contienen demasiada agua o alcohol. La consagración de un producto sirve para que la energía del operador entre en contacto con aquello que usará más adelante. Una consagración no es más que una toma de posesión o adopción de forma ritual. Esto permite que el oficiante de magia se acostumbre a proyectar su energía a los elementos supuestamente inanimados. La ritualiza-ción y consagración debería efectuarse siempre en la habitación de trabajo. en un ambiente lumínico y sonoro grato. Allí, sobre el altar o mesa, depositaremos todos los productos, mientras vamos llevando a cabo los siguientes pasos: nos sentaremos o tumbaremos cómodamente, procurando que ninguna prenda de ropa u objeto nos moleste. Entraremos en relajación y para ello debemos realizar un ciclo respiratorio de diez respiraciones intensas de manera que inhalaremos el aire con la mayor profundidad que nos sea posible, para exhalarlo después lenta y suavemente.

A medida que vayamos a respirando, iremos tomando consciencia del estado de relajación al que logramos acceder. Es preciso que percibamos que el cuerpo se relaja cada nueva respiración. La mente debe estar en blanco, pero es normal que al principio aparezcan pensamientos e imágenes que nos distraigan. Lo mejor es no hacer mucho caso.

Transcurrida la última de las diez respiraciones profundas, procederemos a respirar con normalidad.

Si estábamos tumbados nos incorporaremos para sentarnos y tomaremos conciencia de nuestro cuerpo. Llevaremos a nuestra mente la intención de efectuar una personalización de los productos; para ello, podemos repetirnos frases como " ahora me dispongo a consagrar los productos que están sobre el altar, tomaré posesión de ellos y los consagraré, aunando nuestras energías».

Debemos repetir estas frases al menos cinco veces. Nos levantaremos lentamente para no salir del estado de relajación y nos colocaremos frente a los productos. Dejaremos que la vista los recorra. No hace falta que nos fijemos en sus detalles, tan sólo que los mire-mos. Al tiempo debemos repetir la frase: «estos son los productos que voy a consagrar. Mi energía y la suya, serán intercambiadas».

Pasados unos minutos, iremos tomando uno a uno los diferentes objetos, los acariciaremos con ambas manos y sentiremos que nuestra energía se entrelaza con la suya. Paralelamente, con cada objeto, diremos en voz alta: «con esta acción consagro este elemento que usaré para trabajar con honestidad, amor y respeto». Cuando hayamos tenido todos los objetos entre nuestras manos, daremos por finalizado el ritual de consagración, Nuevamente nos relajaremos, procederemos a realizar cinco respiraciones profundas y después abandonaremos el recinto. Es importante que las ceremonias de consagración de los productos se efectúen tras la compra de cada nuevo elemento; si bien, para evitarnos muchas prácticas podemos agruparlos como haremos para la primera consagración. Tras estos pasos, consideramos que el lector está preparado para poder iniciar sus trabajos de magia; no obstante, recomendamos profundizar de forma especial en las respiraciones y relajaciones, así como en la visualización. Por lo que a la respiración se refiere, la recomendación es que siempre se haga de forma muy pausada y sosegada. De entre los muchos sistemas que encontraremos para respirar, recomendamos dos: la respiración circular y la profunda. Con la respiración circular podremos sentir que el aire entra y sale sin parar, activando tanto nuestra energía como la sensibilidad y percepción; el ritmo lo marcará el operador, teniendo en cuenta que, si se mantiene acelerado por mucho tiempo, puede sufrirse algún mareo. Po su parte, las respiraciones profundas serán las que mejor van lograr que alcancemos la relajación precisa. En cuanto a las relaja ciones, es importante destacar que la mejor forma de lograrlas es dejando a un lado la idea de querer, a toda costa, relajar una parte concreta del cuerpo. Lo cierto es que, cuanto más pensemos en una zona determinada del cuerpo, más costará relajarla. Para las personas que consideren que tanto respirar como relajarse es complica-do, les recomendamos que, con ilusión y paciencia, se dejen llevar por la puesta en marcha que iremos describiendo en los diferentes capítulos de este libro, ya que, de esta forma, poco a poco irán integrándose en ellos, logrando con la práctica la correcta disposición mental.


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