Hechizo de Pensamiento

Todas las operaciones de hechizo tienen como base el esfuerzo voluntario. Los procedimientos técnicos utilizados con más frecuencia en nuestras regiones son los de la cadena mágica, los clavos, los cordoncillos, los filtros de amor, la carga, el hechizo alimentario y la muñeca o Dagyde.

Hablaremos muy poco de los filtros de amor, ya que sobre ellos ya se han extendido lo suficiente numerosos autores y, además, hay que tener en cuenta que la mayoría de los productos que se utilizan para su elabo-ración, actualmente son prácticamente imposibles de encontrar. Así pues, resulta evidente que aunque no correríamos ningún riesgo explicando sus recetas, puesto que nadie sabría cómo prepararlas, hemos considerado totalmente inútil el enumerarlas.

Ya hemos dicho que la Voluntad era el factor más importante del arte del hechicero. Vamos a exponer la tecnica para educar la voluntad, necesaria para la práctica de este arte y, después, de forma más concisa, la fuerza que permite al que está operando ejercer una influencia a distancia. Este método puede servirle tanto al Contra-Hechicero como a la persona auto-hechizada que, practicándolo, se liberará de los peligrosos complejos que censuran su actividad psíquica.

De hecho, no resulta peligroso dar a conocer un método que, teóricamente, puede ser utilizado con un doble propósito.

Efectivamente, el mago negro, en busca de los más bajos instintos, siempre es incapaz de someterse a la severa disciplina, aceptada tan sólo por los seres elevados que operan con intenciones benéficas.

Los grandes principios para la educación de la voluntad que permiten al operador el éxito de sus hechizos o de sus contra-hechizos son los siguientes:


1- Aumentar los limites de la actividad consciente.

Antes de convertirse en automáticos, todos nuestros actos son conscientes. Andar, por ejemplo, exige esfuerzos conscientes antes de convertirse en una actividad automática, es decir, en un reflejo adquirido.

Muchas acciones pueden ser conscientes o incons-cientes, dependiendo de que nuestra atención se fije o no en ellas. En la práctica, la respiración es un acto inconsciente, pero podemos hacerla consciente, acelerarla o disminuirla. Esto es lo que sucede en Occidente cuando practicamos la educación física y, mediante toda una serie de ejercicios apropiados, renovamos el aire que circula por nuestros pulmones. Es lo que hacen los yoguis en Oriente al perseguir, más allá del aspecto físico, aunque con la ayuda y el dominio de Este, unos fines espirituales.

La educación de la voluntad consiste en ampliar su campo de acción y en retomar el control de todos aquellos actos convertidos en automáticos e involuntarios.

En cierto modo, se trata de una labor de entrenamiento psíquico, emprendida por el hombre sobre sí mismo.

Tanto la respiración como su ritmo juegan un papel primordial en este control, ya que el oxígeno actúa sobre el conjunto del comportamiento humano de una forma rápida y poderosa.

La práctica de este entrenamiento supone una disciplina cuyas leyes son muy sencillas.

a) Hay que elegir una hora precisa para los ejercicios y respetarla siempre

Esto ayuda considerablemente a la persona a desarrollar sus fuerzas psíquicas y más tarde le permitirá <<proyectar» su voluntad a distancia. Añadamos que esta condición resulta indispensable para obtener buenos resultados, pues si realiza sus ejercicios a cualquier hora del día o durante sus momentos de ocio, no trabajará con un espíritu libre y relajado.

B) Hay que elegir un lugar y respetarlo siempre.

En la antigüedad se preferían los lugares secretos o escondidos, tales como las grutas o los templos abandonados.

Evidentemente, todos los lugares que hayan sido centro de plegaria, en cierta forma, están sensibilizados y resultan favorables a la concentración. Como no todos tenemos un menhir a nuestra disposición, bastará que para realizar nuestros ejercicios, reservemos la habitación más tranquila de toda la casa.

C) Ponerse ropa o una bata de lana, preferentemente blanca y adoptar una actitud de concentración.

No se trata de aprender las técnicas orientales, evidentemente pertectas, sino limitarnos a la práctica occidental. Deberemos sentarnos en un sillón o estirarnos en la cama. Nos protegeremos del suelo con una alfombra o con la piel de algún animal, cerraremos los ojos y estiraremos los brazos a lo largo del cuerpo. El sillón deberá estar orientado hacia el norte, es decir, que deberemos sentarnos mirando hacia el norte. Si estamos acostados, la cabeza deberá estar orientada hacia el norte y los pies hacia el sur.

D) Acostumbrarse a respirar lenta, rítmica y profundamente.

Deberemos entrenarnos para seguir eta respiración, que va desde el fondo de los pulmones hasta las fosas nasales.

2. Cultivar la imaginación

Sin pretender profundizar sobre el tema de los Chakras orientales, únicamente nos limitaremos a decir que la persona deberá concentrar todos sus pensamientos sobre la parte de su cuerpo situada entre las dos cejas. Por supuesto, deberá respirar de forma relajada y con los ojos cerrados. Entonces, deberá esforzarse en imaginar al ser que desea influenciar y se «acercará» a él a través de todos los detalles de su apariencia externa. Si es posible, expresará para sí mismo, o si no a media voz, el contenido de su voluntad repitiendo las palabras durante todo el tiempo en el que la conciencia de las palabras emitidas siga permaneciendo clara. Nunca hay que forzar los acontecimientos , ni querer pensar con demasiada fuerza. Cualquier esfuerzo excesivo resultará perjudicial para el éxito y peligrosamente cansado para aquel que lo realiza.

Como la imaginación le habrá permitido al operador formarse una imagen rica en colores del sujeto hacia el que está dirigiendo su atención, éste deberá acostumbrarse a una producción de la imagen y hacer de ello un acto prácticamente automático.

Según la tradición, la emisión de pensamiento hacia el sujeto deberá realizarse por la noche, durante el transcurso de su sueño y después de que, durante todo el día, se haya pensado que este contacto, pasado un tiempo, va a llegar a convertirse en un sólido vínculo.

Ni siquiera hace falta creer en la realidad de este vínculo para llegar a comprender el peligro que pueden entrañar tales prácticas, si se realizan con intenciones maléficas.

sentimiento en su interior, se convertira, evidentemen-te, en un hombre que cultive la ira. Todos sabemos que las pasiones liberan toxinas en nuestro cuerpo. La cólera excita el corazón y los centros nerviosos ya que libera una toxina, que en dosis elevadas, puede convertirse en un verdadero veneno.

Por ello, resulta fácil comprender que el hechicero, consiga o no su voluntad, siempre será la primera víctima de la operación si no adopta las precauciones necesarias y no se acostumbra, con tranquilidad, a una forma de emisión de pensamiento que puede conllevar graves trastornos fisiológicos.

La persona que, por el contrario, actúa con la intención de liberar a alguien que haya sufrido algún hechizo, no correrá ningún riesgo, siempre y cuando obedezca escrupulosamente las prescripciones expuestas en los capítulos dedicados al deshechizo y al contra-hechizo.

3- Seguir un régimen alimenticio que desarrolle la energía nerviosa.

La persona que desee prepararse para la acción a distancia, deberá seguir un régimen bastante severo y suprimir lo máximo posible el tabaco y el alcohol, ya que éstos facilitan la dispersión del esfuerzo intelec-tual. El pan normal deberá ser sustituido por el integral Por regla general, se evitarán los platos que contengan grasas y se consumirán carnes rojas a la plancha, verduras hervidas al vapor, patatas, judías verdes, coles, lentejas, guisantes, alcachofas, pepinos, calabacines, tomates no dicidos, sin aceite ni vinagre, y pescado.

Este deberá escogerse entre las siguiente especies: lenguado, mertura, rodaballo, trucha, mújol, perca, lucio y peces de superficie. El pescado deberá comerse a la plancha o hervido, pero nunca frito.

Y. finalmente, las bebidas deberán excluir el té, el café, la sidra y la cerveza. Se podrá tomar vino tinto, pero en dosis limitadas. El vino blanco tampoco resulta aconsejable.

4. Técnica práctica de la representación mental y de la producción de fuerza nerviosa.

El operador, tal y como ya hemos indicado, deberá esforzarse por formarse unas imágenes tan precisas y claras como pueda. Deberá conservarlas el máximo tiempo posible en ese mismo estado y delante de su «consciente». Ya explicamos antes cómo, después de haber desarrollado los límites de su conciencia, deberá llegar, poco a poco, a un automatismo de la evocación que, poniendo en juego las fuerzas y las riquezas del inconsciente, controladas por las facultades superiores, le permitirán alcanzar un mayor poder de evocación.

En la práctica, la emisión de pensamiento es dirigida por la perfecta realización del mono deísmo del operador. A pesar de lo que podamos creer, resulta realmente difícil obligar voluntariamente al espíritu a un solo pensamiento.

Mientras escribe y se concentra en su obra, el autor escucha el ruido del viento en los árboles, un reloj de pared que da la hora, la bocina de un coche que pasa por la carretera y, sin embargo, está absorto en su tarea, porque cuando un autor escribe, ¡siempre se halla en un estado de concentración!

A pesar de esta disposición favorable a la concentración, es evidente que los pensamientos externos a su trabajo también influyen sobre él.

Así pues, resulta muy difícil dejar la mente en blanco para consagrarse a una sola idea.

Existen varias formas de conseguirlo. Una de las más sencillas es la de la autosugestión.

Cuando esté relajado, el sujeto que se entrena, repetirá algunas frases precisas dirigidas al objeto de su meditación.

Las emitirá en voz baja o mentalmente, tal y como ya hemos indicado anteriormente, aproximadamente, unas cincuenta veces.

Para no distraerse contando sus emisiones verbales o mentales, cogerá un cordoncillo en donde hará cincuenta nudos y pasará uno de estos nudos entre sus dedos durante cada emisión de pensamiento, actuando automáticamente como una persona ferviente que estuviese rezando el rosario y pensando en la plegaria que está recitando.

Cuando, a través de la relajación y del silencio, la persona haya conseguido dejar su mente en blanco, se esforzará, tal y como ya hemos indicado, en crear, gracias a su imaginación, la imagen precisa del sujeto al que desea influenciar. Al estar su espíritu «vacío» alcanzará el monoideísmo y conseguirá buenos resultados. Ya indicamos que la autosugestión era un proceso que permitía desarrollar la energía nerviosa y también observamos que el monodeísmo es muy difícil de conseguir y que tan solo se podría llegar a alcanzar con muchísima paciencia. Todavía nos queda un aspecto para el que podemos dar un consejo muy útil al emisor:

Si en efecto resulta sumamente dificil intentar ocupar el espíritu con una sola idea, no menos difícil resultará intentar situar una imagen precisa en el ámbito de la conciencia. Es cierto que podemos reconocer perfectamente a las personas que nos rodean pero, la mayoría de las veces, seríamos prácticamente incapaces de describirlas o de dibujar su imagen, aunque practicásemos desde hace tiempo el arte de la pintura.

Esto es tan ciero que, incluso los policías cuyo oficio es el de reconocer a las personas perseguidas por la justicia, que lo consiguen con la ayuda de fotografías, sino gracias a un código, una especie de alfabeto fisiognomónico, basado en algunas de las particularidades específicas del rostro y, en particular, la forma del lóbulo de las orejas. (Este es muy distinto en la mayoría de los hombres y, por ello, es precisamente en este tipo de detalles en los que se basan los equipos de seguridad para identificar a las personas que persiguen.

Así pues, si queremos convertirnos en un buen emisor, debemos aprender a construir una imagen. Para ello, deberemos actuar como un niño que está aprendiendo a escribir y empezaremos por esforzarnos en crear la imagen precisa de unos palotes. Nos daremos cuenta de que ello es más difícil de lo que parece.

Continuaremos con formas geométricas como, por ejemplo, los círculos o los cuadrados. Después, empezaremos a imaginarnos cubos, esferas y conos.

Cuando estas imágenes ya estén bien claras en nuestra mente, pasaremos a trazar objetos sencillos. Después, seguiremos con los muebles, con los animales más característicos y los paisajes de líneas bien delimitadas, cuya imagen deberemos reconstruir tan exactamente como nos sea posible. Y ya, finalmente, llegaremos al ser humano.

Este entrenamiento le permitirá a la persona poder disponer en su campo mental, ya no de un cliché borroso o sintético, sino de una imagen precisa y acorde con la realidad de una verdadera evocación.

La transmisión de pensamiento a distancia, cuyas condiciones de realización acabamos de exponer, permite esta forma de hechizo directo al que hemos llamado «hechizo de pensamiento».

La existencia de esta forma de acción psíquica ya no puede seguir siendo puesta en duda después de las investigaciones realizadas por el doctor Calligaris, de la Universidad de Udine. Este demostró que, en un individuo cualquiera, era perfectamente posible establecer toda una serie de fenómenos telepáticos y visiones a distancia, excitando, mediante ligeras presiones, algunos de los puntos de la superficie cutánea.

En Francia, el doctor Leprince prosiguió estas mismas investigaciones de las que hemos querido exponerles lo esencial para demostrarles que el fenómeno producido a voluntad por el hechicero, gracias a un entrenamiento apropiado, se trata, al fin y al cabo, de un fenómeno normal.

«Sobre la superficie del cuerpo existen líneas, pun-tos, y placas cutáneas hiperestésicas, relacionadas con nuestros órganos (resonancia) o con los de otras personas (consonancía), sea con muestros pensamientos o con los de las personas alejadas o presentes.

«Se busca la hiperestesia de estas placas en el sujeto o en la persona que está simada frente a él, mediante la ayuda de un pequeño martillo frío o con una ligera corriente farádica. Una vez bien delimitada la placa, so aplica un pequeño tampón de cuero sobre la superficie cutánea y se espera a que el sujeto indique las tres repercusiones de referencia sellaladas por esta placa (reflejos sensoriales). Una vez sentidas las tres repercusiones por el sujeto, la placa se considera cargada, es decir, sensibilizada y ya se puede asegurar el éxito de la experiencia.»

Ya no vamos a seguir profundizando más sobre este tema, ya que ello se saldría del objetivo de nuestro estudio.

Simplemente, queríamos demostrarles que si los casos de hechizo por transmisión de pensamientos a distancia han sido constatados por numerosas perso-nas, a partir de ahora, la ciencia experimental, con su autoridad, viene también a apoyar este hecho.

Ya conocemos la técnica de la transmisión de pensamientos a distancia. Ahora tan sólo nos queda un último punto por aclarar, de tipo psicológico.

Llegar al monoideísmo está muy bien, pero no debemos pedir un éxito demasiado rápido al espíritu humano. El hombre que es odiado, pero desea ser ama-do, jamás deberá, en una primera emisión de fuerza psíquica, formarse una imagen de amor.

Primero, deberá crearse una imagen clara del sujeto para poder entrar en contacto con él. Después, se concentrará en la imagen que represente la culminación del deseo sentido y modulará esta imagen a medida que las emisiones vayan yendo desde la indiferencia, deseada antes en lugar del odio, hasta el amor.

La técnica práctica que acabamos de exponer en estas líneas exige una gran dosis de paciencia y muchísimas precauciones. Como consecuencia, puede llegar a producir graves trastornos mentales, sobre todo en aquellas personas que no están acostumbradas a concentrarse.

Aunque volveremos sobre este tema cuando estudiemos los contra-hechizos, hemos considerado oportuno prevenir desde ahora a aquellos que deseen prepararse para liberar a las personas que sufran algún hechizo para que operen muy lentamente y realicen este ejercicio sin abusar de sus fuerzas.

En cuanto a las personas y son las más numerosas que son víctimas de un auto-hechizo, no resultará necesario insistir sobre los beneficios que podrían llegar a obtener de este método.

Por regla general, se consideran odiados y embrujados por terceros. Deberemos ayudarles a emitir su fuerza psíquica con la intención de transformar este supuesto odio en una benéfica amistad. Una vez su espíritu se halle animado por pensamientos luminosos, su organismo sacará fuerzas y se liberará de las to-xinas.

Recuperarán su equilibrio y no tardarán en liberarse de esa sensación de temor y de angustia que les había inducido a considerarse hechizados.

«El hechizo imaginario» ya no será un pretexto para sus fracasos y volverán a tener confianza en ellos...

Después de algunas semanas de tratamiento, podrán curarse totalmente llevándolos ante la presencia de la persona considerada por ellos como maléfica.

Algunas veces, la persona estará prevenida de antemano pero, de todas formas y, puesto que ésta no es culpable de ninguna voluntad, no mostrará reticencia alguna frente al auto-hechizado. Entonces, el sujeto se sentirá seguro de su fuerza, confiará en su victoria y, en consecuencia, recuperará de nuevo una psicología normal.

Resulta evidente que, gracias a esa certeza que proporciona la experiencia, ha de ser el psiquiatra quien determine la duración y la modalidad del tratamiento.

No nos cansaremos de repetir que, afortunadamente, los verdaderos hechizos suelen ser bastante escasos, mientras que las personas que creen estar hechizadas son muy numerosas.

Y, precisamente, uno de los principales objetivos de este libro es el de ayudarles a liberarse de su obsesión. 

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