MISA NEGRA
No es una falta de respeto hacia el pensamiento religioso afirmar que la misa es una operación mágica, Incluso su ritual es el perfecto prototipo del ritual de la magia. Pero se trata aquí de una ceremonia cuyo objetivo es siempre benéfico. Por ejemplo, se pueden decir misas para el descanso del alma de un muerto. La intención de aquel que hace decir las misas es la de que la fuerza de la plegaria proporcione su ayuda al espíritu del difunto.
El principio básico que rige a todas las ciencias tradicionales es que «todo está en todo», que el «Microcosmos es parecido al Macrocosmos» o que «lo que está arriba es como lo que está abajo».
Resulta evidente que el sentido de una de estas operaciones puede ser «invertido» y que cabe la posibilidad de utilizar este poderoso incentivo mágico que es el de la Misa, ya no con una intención benéfica o "blanca", sino con malas o "negras" intenciones.
Que poseamos o no un espíritu religioso, resulta evidente que, aquí, se trata de un abominable sacrilegio que, para alcanzar su eficacia, requiere la ayuda de un sacerdote.
Afortunadamente, hoy en día existen muy pocos sacendotes indignos y resulta totalmente inútil que expongamos el ritual de la misa negra, tal y como fue descrito por Francisco Galcián.
Es un hecho que todavía siguen celebrándose misas negras, pero sucede cada vez menos, y con frecuencia aquellos que pretenden haber asistido a este tipo de ceremonias, en realidad, no han sido más que lo espectadores de un «juego erótico-diabólico» en el que algunos desgraciados desequilibrados se han prestado a un simulacro, antes de abandonarse a la orgía.
El proceso más célebre relacionado con las misas negras es el de la Voisin, pero no nos detendremos en éste, ya que nuestro propósito, y lo repetimos una vez más, no es historico, sino técnico y práctico.
Así pues, el principio de la misa negra es el de utilizar la fuerza del oficio, a través del canal del sacerdote profanador, con la intención de hechizar de odio o de amor a una persona.
Se utiliza el cuerpo de una mujer desnuda como altar y, después, las hostias consagradas son profanadas por los asistentes.
Lo que diferencia básicamente a la misa negra de otros hechizos es que, aquí no es el hechicero quien actúa, sino el indigno sacerdote, encargado de celebrar el oficio.
Tampoco este execrable método suele ser muy utilizado actualmente y, por este motivo, no merece ningún examen prolongado.