RITUAL DE DEFENSA PARA USO DE LOS DESHECHIZADORES.

La tradición ha conservado un cierto número de textos cuyo valor protector ha sido reconocido como algo totalmente real. El poder del verbo es indiscutible.

Existe un elemento mágico en la palabra, puesto que una palabra tanto puede hacer el bien como el mal, una injuria hiere, en el más profundo sentido del término y una expresión desagradable o injusta puede hacernos sufrir mucho. Así pues, existen palabras benéficas y palabras nefastas. Entre los textos benéficos, «protec-tores», porque irradian fuerza espiritual, debemos citar, en primer lugar, el Evangelio según San Juan, cuyo primer capítulo posee, según los ocultistas, un poder muy especial. Por ello, la tradición recomienda copiarlo sobre un pergamino virgen y llevarlo siempre consigo.

El texto de este capítulo es el siguiente:

«En un principio, estaba el verbo y el verbo estaba en Dios y el verbo era Dios. En el principio estaba en Dios.

»Todas las cosas han sido creadas por él y nada de lo que fue creado fue creado sin él. En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres y la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron en absoluto.

»Hubo un hombre, enviado por Dios, cuyo nombre era Juan. Este vino como testimonio para rendir homenaje a la luz.

»El era la verdadera luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Estaba en el mundo y el mundo fue hecho por él, pero el mundo no lo recono-ció. Fue a ver a los suyos y los suyos no le recibieron.

Pero a todos aquellos que le recibieron, les otorgó el poder de convertirse en hijos de Dios:

»A aquellos que creen en su nombre, que no han nacido de la sangre ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios mismo.

»Y EL VERBO SE HIZO CARNE y permaneció entre nosotros y nosotros pudimos ver su gloria, la gloria del hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.»

He aquí una oración, una invocación y una plegaria mágicas que deben recitarse mirando hacia Oriente.

La oración deberá decirse en silencio y recogimiento.

"¡Oh, Gran Dios viviente! En una sola y misma persona, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, te venero con el más profundo respeto y me pongo en tus manos, con toda esta fe y confianza que me animan y me convencen de que eres mi creador, mi bienhechor, mi protector y mi maestro. No tengo más voluntad que la de convertirme en tu criatura por los siglos de los siglos.

»¡Oh, Gran Dios viviente! que hizo al hombre para que fuese feliz en esta vida, que creó todas las cosas para cubrir sus necesidades y dijo: El hombre será el dueño de este mundo, protégeme y que tu benigna mirada se dirija hacia mí, tu criatura.

»No permitas que los espíritus rebeldes posean los bienes que han sido creados por ti para satisfacer sus necesidades.

»Proporcióname, joh gran Dios!, el poder de disponer de ellos, a través de las palabras que nos has enseñado, oh, tú, dispensador de toda las cosas:

»Adona, Eloïm, Ariel, Jehová, Agla, Tétragra-maton, sedme favorables.

»¡Así sea!»

Después, haremos una invocación en nuestro dormitorio.

Pero tan sólo la formularemos tras haber perfumado la habitación con incienso quemado y, si podemos, pronunciaremos la oración acompañándonos de una simple tabla (no es necesario ningún instrumento musical) y llevando el compás, ya que ello facilitará considerablemente la concentración y la emisión del pensamiento.

"Te ofrezco este incienso como lo más puro que e podido encontrar, Oh Gran Adonaï, Eloïm, Ariel y Jehová. Recíbelo como algo agradable, seme favorable y protégeme en todas mis empresas, pues necesito tu poder y sólo tú puedes ayudarme a alcanzar el éxito, porque eres mi señor y el señor de todas las cosas.»¡Así sea!»

Una vez terminada la oración, respiraremos profundamente el humo del incienso y pasaremos las manos, o mejor dicho, las palmas de las manos por el humo para que se impregnen bien de éste.

Y, entonces, pronunciaremos la plegaria de protección. He aquí el texto:

«En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en el nombre de la Santa Trinídad, te invoco para que seas mi salvador y el protector de mi cuerpo y de mi alma, así como de todos mis bienes temporales y espirituales.

»Por la virtud de la Santa Cruz, por la de tu Pasión, te pido ayuda, Señor Jesucristo...

»Por la virtud de la santísima Virgen María y por la de todos los Santos que te rodean, recurro a tí para que me concedas la gracia y el poder de luchar contra los espíritus malignos, de triunfar sobre ellos y empujarlos hacia el abismo. Que mi voluntad se cumpla a través de la tuya, puesto que mi voluntad es tu voluntad, oh mi Dios.

«Santo, Santo, Santo es el Señor Dios, que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.

»Eres Rey de Reyes y Señor de los Señores.

»Joth, Aglanabrath, El Abiel anathi enathiel amazin sedames ayes tolima Elias ischiros arganatos ymas heli Messias, te invoco y te suplico, a ti, Jesús, mi único maestro, por tu santo nacimiento, por tu bautizo

y tu pasión, por tu ascensión a través del Espíritu San-to, por tus llagas y por tu sangre derramada sobre la cruz en remisión de nuestros pecados, por tu triple unidad, oh Señor, mi Dios, por los ángeles y los arcán-geles, por los profetas y los patriarcas, por todos los sacramentos que has instituido, ¡yo te rezo y te venero, oh mi Dios!

»Escucha mi plegaria y acude en mi ayuda, pues yo soy tu siervo.

»Que tus ángeles acudan en mi ayuda contra los poderes del mal para que pueda obedecer tu voz.

»Adonay, Amay horta videgoram, mitey hel surana y syon y svesi.

»Que, guiados por ti, tus Santos, tus ángeles y tus arcángeles acudan en mi ayuda, oh mi Dios, y que me permitan conjurar a los demonios en tu nombre, este nombre sagrado que permitió a Salomón hacer retroceder los poderes del mal.

»Ehl rocebam er agle goth joth othie venochrabat...

Y a través de todas estas palabras y de todas tus virtu-des, haz que estos maléficos poderes y que estas fuerzas del inmundo abismo se alejen de mí.

»Haz que cesen de atormentarme puesto que, por tu gracia, su esfuerzo resultará inútil y haz que mi espíritu, al igual que mi cuerpo, escapen a su influencia por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que, por los siglos de los siglos, vivirá como tú, oh mi Dios, en tu Santa Trinidad.

»Oh Padre Todopoderoso en tres personas, protegiste a Adán y Eva después de su falta y para borrar las huellas de este pecado, permitiste que tu Hijo muriese de una forma dolorosa e ignominiosa en la cruz.»¡Oh, Padre Todopoderoso, sólo tú puedes salvarme y, por ello, me encomiendo a ti!

»Señor, misericordioso, que tu misericordia se extienda hasta mí.

»Te suplico por los santísimos nombres de tu hijo, por el Alfa y el Omega y por todos sus otros nombres divinos, te pido que me des tu fuerza y tu virtud para citar ante mí a los ángeles rebeldes que echaste del cielo, y para que cumplan mis órdenes sin demora, respetando mi persona, mi alma y mis bienes.

»Soberano poder del Altísimo, cuando juzgas a tus criaturas, lo dispones todo con sabiduría y prudencia, pero condenas a los espíritus que se rebelan contra tu Amor y tu divina majestuosidad y ello es justo, Señor, puesto que eres el Dios que está más allá de nosotros, dentro de nosotros y con nosotros.

»Señor, Dios de los Ejércitos y de todo lo que es, de todo lo que ha sido y de todo lo que será. Yo te venero y te imploro con todas mis fuerzas.

»Mi invocación, mi plegaria y la consagración que he realizado para complacerte, no poseen más fuerza que la que tú le quieras dar.

»Así pues, haz que los poderosos y maléficos espí-ritus, conjurados por tu poder universal y por tus sagrados nombres, se reúnan ante mí para cumplir mi voluntad. ¡Así sea!»

A esta plegaria, al final de la ceremonia y tras un breve silencio y una nueva emisión de incienso, podremos añadirle las siguientes palabras, cuya eficacia ha sido reconocida con frecuencia:

«Señor Gran Dios, Santo poderoso e inmortal, socorre a tu indigno siervo y libérame del peligro de la muerte, tanto de mi alma como de mi cuerpo, así como de las pruebas que mis enemigos invisibles o visibles, conocidos o desconocidos, quieran imponerme.

»Jehová, Sabaoth, Emanuel, Sither, Tetragramaton,

Omouzios, Eheye, Alfa y Omega. Camino de la salvación y de la verdad, camino de la luz y de la paz, que tus venerados y santos nombres sean la fuente de mi salvación y me concedan tu protección, porque tú eres mi Señor y yo soy tu humilde siervo.

»Dijiste: Este es mi cuerpo. Di también: "Que me ame" y tu Amor hará un milagro y asegurará la salvación de un alma para que se deshaga el conjunto de fuerzas malignas desencadenadas contra mi, en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, así sea.

Al principio y al final de cada plegaria, así como entre el enunciado de cada uno de los nombres atribuidos a la divinidad, el celebrante se santiguará. No olvidará hacer el signo de la cruz de los magos, es decir, pasar la mano por todo su cuerpo, ya que el signo de la cruz es un gesto de un gran valor protector.

El valor de este ritual ha podido ser experimentado en múltiples ocasiones. Resulta curioso observar que aquí, y una vez más, los antiguos textos ofrecidos por Francisco Galcián, el monje español, así como por Sabazius son muy similares.

Tan sólo difieren en algunas palabras y los dos corresponden evidentemente a las grandes leyes tradicionales del ritual.

Que el ritual de Sabazius sea original o haya sido corregido por algún eminente ocultista, es sin lugar a dudas el mejor documento de que disponemos en Francia en materia de deshechizos y de contra-hechizos.

Antes de terminar con los rituales de defensa y de deshechizo, nos gustaría daros a conocer una última plegaria, destinada a luchar contra el mal de ojo y los hechizos de animales que, desgraciadamente, todavía siguen practicándose con frecuencia en los ambientes rurales. Es un texto atribuido al Abad Julio, oportunamente citado por M. C. Poinsot.

«Señor Dios, Todopoderoso, que quisiste que Je-sús, tu único hijo, naciese en un establo y se acostase en un pesebre, entre dos animales, para demostrar así que eres el señor de los hombres y de todo ser viviente, llamamos a Adonaï, Elohim, Jehová, a tu santa protección en este establo para que lo defiendas contra los poderes del mal que se someten a ti, aún a pesar de su malignidad...


»Señor, Dios Todopoderoso, protege este establo contra todas las diabólicas artimañas de los perversos, para que los rebaños que lo habitan y que están destinados a habitarlo en un futuro encuentren el reposo.

»El ganado sabe a quién pertenece y conoce su establo, de la misma forma en que yo sé que te pertenezco y que mi casa es la tuya. Haz que esta casa y que este establo sean bendecidos en tu Santísimo Nombre.

»Así pues, protege a tu fiel siervo, tanto a su alma, como a su cuerpo y a sus bienes, y que esta plegaria llegue hasta ti, oh santísimo y poderoso señor, para que tu protección se extienda hasta este modesto establo y a los animales que en él se cobijan y que son uno de los bienes que me has dado.

»Que los animales que están o estarán en este esta-blo, reciban tu bendición, Señor, y que mediante la intercesión de San Antonio, permanezcan sanos y salvos y liberados de todo mal. Así sea.»

Sin embargo, antes de terminar este capítulo, deberíamos añadir unas palabras sobre el exorcismo que se aplica, tal y como ya hemos indicado, en los pocos casos de posesión demoníaca.

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